martes, 22 de octubre de 2013

Este es un relato de Ramiro Melo, de su libro TAO TE' GIL (pueden conseguirlo pidiéndoselo a él o a Araña Caracol ediction)

¡Matilda! Alma-sen

¡Shhhhhhfffffffffiiiiiiiiiii!. La pava esta lista. El horno marca 180 grados. Matilda amasa sus galletitas preferidas. ¡Shurrickk! Toma un mate y ve la hora. ¡Uy, ya son 7:15 am. y todavía no abrí el alma-sen!, exclama. Sale corriendo hacia la puerta, tropieza con una baguet del día anterior y vuela por la ventana. Levanta la cabeza y ve su cuerpo cubierto de vidriecitos. El sol la hace brillar y, por un momento, se siente estrella. Una nube cubre el sol y deja de brillar. Se sube en su barrilete y llama al viento. Vuela hasta la vidriería y compra un repuesto. De vuelta al alma-sen, se ducha con agua de lluvia y sana sus heridas. En la puerta, una multitud espera entrar. Pone el vidrio y cuelga el cartel de apertura. La puerta se abre y todos entran. El horno marca 300 grados, el reloj las 8 am. Matilda se apura, moldea una jirafa, un hipopótamo y un león. La gente desespera. Mete los animales en el horno y desea que tomen vida, que crescan y aplasten a todos. Así fue. Todos gritaron y quedaron untados en el suelo y las paredes. Se acerca la hora de cerrar, Matilda entristece, queda mucho por hacer. Se sube en su barrilete y desaparece.
Al día siguiente:
¡Shhhhhhhfffffffiiiiiiiii! la pava esta lista. El horno marca 180 grados. ¡Shurrickk! Matilda toma un mate. El reloj marca las 6:30 am. ¡Uy, falta media hora para abrír y todavía no planché a las personas! Ya están secas y quebradizas. Matilda levanta su falda y orina sobre ellas, las despega y les pasa la plancha caliente. Pone el cartel de apertura, les entrega un paquete de galletitas y agradece la espera. Muchos entran y salen. Se acerca la hora de cerrar. Queda un cliente y Matilda quiere divertirse. Cierra la puerta y lo mira fijo. Aprieta el botón violeta del mostrador. Del techo baja una bola de espejos, luces de colores rebotan por las paredes. Matilda toma un pomo de espuma, se dibuja una barba, rasga su blusa, agita una matraca, sopla un silbato, rompe un paquete de papa fritas y lo hecha sobre su pecho. ¡Uy, ahora sí, a divertirse!, exclama. El hombre paralizado mueve sus ojos buscando una salida. No la encuentra. Matilda se divirtió mucho. Llega el momento de cerrar y entristece. Queda mucho por hacer. Se sube en su barrilete y desaparece.

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